miércoles, 28 de enero de 2015

Presentación.

Me presento, soy eucariota.

Yo.


Vale, ya sabéis que mi material genético no está disperso, ¿qué mas os puedo contar? Soy un animal, me nutro de alimento orgánico y participo activamente en su obtención. Ah, y mi cuerpo está formado por tejidos. Tengo órganos, sistemas… vamos, un eumatozoo de manual. Y antes de que se me olvide, mi cuerpo es simétrico por ambas partes respecto a un plano sagital (igual no del todo, lo sabré cuando me someta a una prueba de proporciones áureas), así que podéis inferir algo más. Exacto, soy deuteróstomo, mi blastoporo se convirtió en un ano cuando apenas era un embrión. Y en esta misma etapa del desarrollo decidí cambiar mi notocorda por una columna vertebral, ¡mucho más funcional, sin duda! Así que soy un cordado vertebrado.


Posible yo.


En fin, yo lo dejaría aquí, pero os quedaríais con la duda de si soy una lamprea, y Dios me libre, ¡vaya bichos más feos! No, no, soy gnatóstomo, tengo mandíbulas articuladas. Y también tetrápodo, así que id guardando la comida para peces.


Bueno, supongo que si he llegado hasta aquí lo mejor será terminar la presentación, así que prosigo. Soy un mamífero. Pero un mamífero terio, ¿eh?, no me vayáis a imaginar así*, o así*. Ah, y no nací en un estado prácticamente embrional por el cual mi madre tuvo que meterme en una bolsa de su vientre para mamar leche hasta desarrollarme, así que tampoco me imaginéis así*. Pero casi todos los órdenes de mamíferos son placentarios, ¿verdad? No acabaremos nunca si los voy descartando uno a uno, así que demos un salto de concreción: soy un primate. Un primate haplorrino, pues no tengo la nariz húmeda ni el olfato tan fino como mis parientes de Madagascar. Venga, más pistas. Soy un simio catarrino, pero no tengo cola, por lo que soy hominoideo (espera, ¿entonces Goku qué es, un cercopitécido o un hominoideo?). Y bueno, si de algo estoy seguro es de que no soy un gibón. Así que por fin, puedo confesar lo que ya era un secreto a voces: soy un homínido.

Ajá, ¿creéis saber ya la respuesta, verdad? Lo que no nos contaron en el colegio es que gorilas, chimpancés y orangutanes también son homínidos. 


Otro posible yo.



Pero no hay una frondosa capa de pelo naranja sobre las manos que escriben esto, lo que me convierte en un homínino. ¡Venga, que ya casi estamos! Si lo pensáis, hemos reducido en un momento todo el reino animal a tres géneros: Gorilla, Pan y Homo. Así que juguemos otra vez al descarte. No puedo arrancarte los brazos de cuajo como quien deshoja una margarita (Gorilla fuera), no me organizo en grupos marcados por una fuerte jerarquía y una agresividad incondicional hacia mis rivales políticos, ni por el contrario en sociedades de paz y amor en las que el sexo es la principal moneda de cambio. Bueno, sí que hago esas cosas, pero soy bípedo (Pan fuera). ¡Habemus genus, soy Homo! Estoy hablando de género taxonómico, no de orientación sexual, que ya os veo venir.

Y bueno, sólo nos queda la especie. Por desgracia, comparto una cosa con animales como el aye-aye o la tortuga laúd: soy la única especie viva de mi género. En otras palabras, estoy solo, todos mis parientes más cercanos están extintos. ¿Y cuál es el único Homo que sobrevive en la actualidad? Enhorabuena, me habéis descubierto.


Soy un ser humano. Varón, blanco, heterosexual, cisgénero, omnívoro, capitalista y de clase social medio-alta.



Soy Juan, y me gusta la taxonomía. Pero he venido aquí a hablar de otras cosas.

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